Si el debate inicia por las probabilidades de conseguir el logro, el mismo acaba en lo inmediato. Lo que logró el básquetbol argentino en aquella histórica jornada del 28 de agosto del 2004 no tiene comparación. Argentina le ganó 84-69 a Italia en la final de Atenas 2004 para quedarse con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos.

¿Porqué es el mayor logro? Porque Estados Unidos era el máximo exponente del deporte. Nunca había perdido una medalla de oro olímpica con sus NBA. Nunca la volvió a perder. De hecho, tan sólo cayó en un juego (frente a Francia en el debut de Tokio 2020) desde aquella histórica semifinal en tierra ateniense, la ciudad emblemática del Juego Olímpico.

Ningún país es tan dominante en un deporte como Estados Unidos en el básquet. Porque tiene la mejor liga del mundo y también a los mayores talentos. También cuenta con el poderío económico para atraer a los mejores jugadores extranjeros. Además de la posibilidad de desarrollar deportistas atléticos y talentosos como nadie.

Frente a esa máxima potencia -y otras presentes- Argentina se animó. Con un equipo que se formó y fundó en la Liga Nacional que impulsó León Najnudel en 1983. Una competencia que volvió a traer orden para el deporte dentro del país tras los golpes recibidos por las Juntas Militares y la cancelación a los referentes del Mundial de 1950.

Liga Nacional, Europa y NBA, el camino de los 12

El equipo de Argentina campeón de Atenas 2004.
El equipo de Argentina campeón de Atenas 2004. Foto: Diario El Gráfico.

Argentina tuvo que refundarse con la vuelta a la democracia y Najnudel tuvo el criterio de crear esa competencia que invitó a soñar con el profesionalismo en la disciplina. 21 años después (41 al día de hoy), esa liga alejada de los lujos europeos o norteamericanos fue la que permitió que los jóvenes den el salto a las competencias principales y eventualmente adquirir la experiencia para jugar de igual a igual contra los mejores.

A 20 años de la creación de la Liga Nacional, Manu Ginóbili fue campeón de la NBA con los Spurs en 2003. El deporte argentino pasó de no exigir a abrir las puertas de ‘Disney’ para los atletas internacionales y tener más de un exponente en la máxima competencia. El bahiense, en su primer año con la franquicia texana, logró el título. El primero de sus cuatro (2003, 2005, 2007 y 2014), uno de los dos albicelestes (Fabricio Oberto -junto a Manu- en 2007) en lograrlo.

Junto a Manu, aquellos jugadores que ya habían dado el zarpaso en el Mundial de Indianápolis 2002. El equipo venía de ser subcampeón mundial tras perder ante Yugoslavia. Con el hito de ganarle a domicilio a Estados Unidos, lo que significó su primera derrota absoluta con jugadores NBA.

Pepe Sánchez y Rubén Wolkowyski, primeros en debutar en la NBA en la noche del 31 de octubre del 2000. También Luis Scola, Andrés Nocioni, Carlos Delfino, Walter Hermann y Fabricio Oberto, en ese entonces siendo parte de clubes destacados en Europa y que luego dieron el salto a la NBA.

A su vez, Gabriel Fernández, Alejandro Montecchia y Hugo Sconochini, tres históricos del básquet del viejo continente que tenían las cualidades para llegar a Estados Unidos. Por último, Leonardo Gutiérrez, que en ese entonces jugaba para Obras Sanitarias y que luego fue uno de los máximos exponentes de la Liga Nacional.

Así, el equipo que sorprendió al mundo se formó en los clubes de Argentina. Con el trabajo en las inferiores, llegando a primera en clubes de Bahía Blanca, Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Olavarría. Demostrando en la competencia local que estaban para más, ganándose un lugar en los seleccionados de menores para dar el salto a mayores y luego trasladándose a las ligas más importantes.

El básquet moderno llegó antes de tiempo

La gran conquista de Argentina se justificó en el estilo de juego. El tan mencionado «básquet moderno» de la actualidad, jugado hace 20 años. Liderado por Rubén Magnano, a base de exigencia justificada y con una regla de oro: «El equipo por encima del individuo».

Cada quien debía dejar su ego a un lado para ser uno más. Uno más que defienda en su posición con el compromiso de darlo todo. De ser solidario con el compañero, ya sea en una ayuda defensiva o en un pase en ataque. No importaba quién había estado en la NBA, quién venía de ser campeón de la misma o quién estaba en la Liga Nacional. El individuo debía estar al servicio del equipo.

Esa idea, tan anhelada y muchas veces difícil de materializar en las sociedades más organizadas, fue abrazada desde el minuto uno por cada uno de los integrantes. A la hora de jugar, como de vivir. Un equipo unido con el objetivo común de ganar.

Así, y tan sólo así, se pudo lograr lo que vino dentro de la cancha. Desde la ‘palomita’ de Manu en el tiro ganador del debut frente a Serbia, la racha magnífica de Walter Herrmann frente a Grecia en el partido de cuartos de finales y el histórico triunfo a Estados Unidos en semifinales.

Idea humana de por medio, se materializó lo que hoy (20 años después) se busca en los equipos de básquetbol. Equipos que defiendan, corran la cancha y cuenten con una gran cantidad de tiradores para tener puntos por parte de varios jugadores. Con pivotes tiradores (Wolkowyski, Gutiérrez), aleros capaces de sumar desde los costados y una conducción casi descentralizada más allá de la magia en las manos de Pepe, Manu y el Puma Montecchia.

Incluso, con una ofensiva Flex que anticipó las «ofensivas semi-abiertas». Una combinación de dos bloqueos indirectos para tener siempre a compañeros liberados. Ofensiva que utilizó ante nada más y nada menos que Estados Unidos para conseguir 11 triples. “El equipo argentino que ganó el oro olímpico de Atenas 2004 fue uno de los mejores equipos que vi en mi vida”, soltó años más tarde Gregg Popovich en el medio del estadio de los Spurs durante el retiro de la camiseta de Manu.

De la medalla de oro a las historias

El Juego Olímpico de Atenas 2004 estuvo plagado de historias. La celebración tras el triunfo y mini-revancha a Serbia y Montenegro en el debut. La reunión de equipo luego de la derrota ante España. Los momentos en la Villa Olímpica. El regreso a la misma y los aplausos desde los balcones tras la victoria a Estados Unidos en semifinales. La reunión para mantener el enfoque y vencer a Italia en la definición tan sólo 24 horas después. ‘La noche de excesos’ y la pelota de la final perdida después del ¿zapatazo del Chapu?

Incluso, el delirio de un Cementerio de Elefantes mientras se disputaba Colón-Newell’s por el fútbol local a la hora de la final. El 0-0 más recordado de la historia. ¿Por lo que sucedió dentro de la cancha? No, por cómo la gente se juntaba alrededor de una TV de tubo para poder vivir y festejar un hecho histórico. La muestra cabal que esa tarde argentina y noche ateniense, todo pasó a un segundo plano. El mundo quedó shockeado (y celebrando) por la mayor hazaña del deporte nacional.

La mayor historia para dimensionarlo: lo que sucedió en el otro hemisferio americano. La asunción de Jerry Colángelo para quedar al frente de los seleccionados mayores estadounidenses. La obligación de comprometerse con el equipo para no volver a ser humillado. La asunción de Mike Kryzewski como entrenador para volver a demostrar que era la mayor potencia del mundo. El ‘Redeem Team’ de Beijing 2008 montado alrededor de Kobe Bryant y LeBron James. El inicio de un período que incluyó tres medallas de oro olímpicas y dos conquistas Mundiales (Turquía 2010 y España 2014).

Argentina, aquel país que tenía su básquet ‘escondido’ por decisión de la Junta Militar, obligó mediante su Liga Nacional a cambiar la vida de la NBA. A la mayor potencia con sus inversiones, franquicias y deportes universitarios millonarios a modificar su compromiso para volver a estar en lo más alto. Un golpe al mentón que jamás debe ser olvidado y que siempre debe ser reconocido como la mayor obra del deporte nacional.

Nota: Fernando Torok
Foto: Diario El Gráfico