Quizás la carrera de Michael Jordan debería haber terminado luego de las finales de 1998, cuando vencieron a los Utah Jazz en dicha serie con su tiro más famoso, «the last shot». Pero el destino se tenía guardado un capítulo más para su majestad y quería que juegue dos temporadas en los Washington Wizards.
Los inicios de esta serie de retiros se dio a mediados de 1993. La primera vez que se despidió del básquet fue tras ganar su primer three-peat pero con la tragedia de perder a su padre camino al título. En esa oportunidad, Michael había asegurado haber perdido el amor por el juego y que era hora de ir por un nuevo desafío, como lo era meterse en el mundo del béisbol y hacer una carrera en ese deporte, el preferido de James Jordan, su padre.
La segunda, y seguramente la que todos creían que iba a ser la definitiva, fue en 1998, como mencionamos anteriormente. Tras ganar el segundo three-peat, sexto título en su carrera y también de la franquicia, era el momento perfecto para decir adiós después de tantos años de alegrías y algunos desacuerdos con la dirigencia del equipo de Chicago.
Sin embargo, volvió por más. Siendo parte de la mesa chica de los Wizards, anunció que regresaría a jugar, pero por amor al juego y para ayudar a las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos. La primera temporada no fue buena y estuvo plagada de lesiones, pero la segunda fue algo mejor incluso de lo que muchos imaginaban.
A sus 39 años disputó su 14° y último All Star Game, año en el que pasó a Kareem como el líder anotador de todos los tiempos de este juego. En temporada regular fue el único jugador de los Wizards que disputó los 82 encuentros, siendo titular en 67 de ellos, y promedió 20 puntos, 6.1 rebotes y 3.8 asistencias.
Su último partido fue el 16 de abril de 2003 ante los Philadelphia 76ers, equipo que los derrotó cómodamente por 107 a 87. Sin embargo, el gran foco estaba puesto sobre Jordan, quien pondría fin a su carrera esa misma noche y quien recibió una gran cantidad de regalos, algunos por demás extravagantes. En la cancha, el ex Bulls no tuvo la mejor de las noches y anotó solamente 15 puntos.
Pero lo más destacable de todo eso fue que, tras convertir sus últimos dos libres faltando 1:45 minutos para el cierre del partido, se fue ovacionado por todas las personas presentes en el estadio. Como no podía ser de otra manera, no fue un reconocimiento normal, sino uno que duró tres minutos de manera ininterrumpida.
Esa noche, Michael Jordan dio por finalizada su carrera como profesional para siempre, más allá de que varias veces estuvo tentado a volver. Un jugador excepcional que nunca más se volverá a ver alguno como él y que, a pesar de las comparaciones con Kobe o LeBron, siempre estará por encima del resto.
Nota: Emiliano Iriondo | Twitter: @emi_iriondo