En 1989 llegó a Portland un experimentado escolta yugoslavo que, desde su aparición, ya había demostrado que no tenía techo. Durante más de una década había brillado en el Sibenka Sibenik, el Cibona Zagreb y el Real Madrid, pero decidió cruzar el charco para enfrentarse a los mejores.
Por ese entonces, la NBA y los extranjeros no iban de la mano como sucede por estas épocas. Algunos jugadores europeos habían tenido un breve paso por la liga norteamericana, pero con pocos minutos y nulas chances de demostrar su potencial. Sin embargo, Drazen Petrovic se creía capaz de probar que él era diferente a los otros jugadores que habían llegado del viejo continente para intentar conquistar la NBA.
Al conjunto español había llegado para la temporada anterior y, aunque todavía tenía contrato en la «Casa Blanca», cambió de aires tras el pago de un millón y medio de dólares por parte de la franquicia norteamericana al club español. El croata sabía en parte a lo que se estaba enfrentando (en 1988 jugó un amistoso ante los Celtics siendo parte del Madrid), pero igual estaba dispuesto a sacrificar algunas comodidades para probar que él también podía pertenecer a la elite.
Pese a que ya era una estrella consagrada en Europa, se encontró en los Trail Blazers un equipo realmente bien armado, con aspiraciones a llegar lejos en la postemporada y que, precisamente en su puesto, estaba más que cubierto por Clyde Drexler, uno de los referentes del básquetbol estadounidense de los ’80. En su primera temporada en el equipo del estado de Oregon, la 89/90, pasó desapercibido y tuvo muy poca participación, promediando 12 minutos de juego con solo 7,6 puntos por partido para alguien que acostumbraba a superar la veintena por encuentro.
Pese a ser un jugador que estaba acostumbrado a entrar desde la banca, en Portland fue donde más cerca estuvo de alcanzar el título, ya que disputó las finales de 1990 ante los Detroit Pistons. Su actuación destacada en esa serie fue en el segundo partido, cuando aportó ocho puntos en trece minutos y los Blazers regresaron a su ciudad con la serie igualada en un punto por lado.
Sin embargo, Petrovic miró el resto de la llave prácticamente sentado. En el tercer partido jugó ocho minutos, cuatro en el cuarto y en el quinto y definitivo ni siquiera tuvo que sacarse el buzo. Los Bad Boys se quedaron con el título, el segundo para ellos, y en ese momento había quedado claro que lo del europeo y la franquicia de Oregon no iba a durar mucho más.
Pero lo peor todavía no había llegado. Para la temporada siguiente los Blazers contrataron a Danny Ainge, uno de los pilares fundamentales en los Celtics de Larry Bird que llegaba al conjunto de Rick Adelman para probar que todavía no estaba acabado. Con superpoblación de jugadores en la posición de escolta, donde también actuaba Terry Porter, los números del europeo se vieron reducidos notablemente a casi la mitad: 7 minutos y un pobre aporte de 4.4 unidades.
Esta situación provocó que el croata pidiera el traspaso a los directivos de los Nets, que lograron enviarlo a los New Jersey Nets a cambio de una elección de primera ronda de draft. Este cambio significó un punto de inflexión en su carrera, un giro de 180°. Con media temporada por delante, a principios de 1991 Petrovic encontró en su nuevo equipo el lugar perfecto para demostrar que la bestia había encontrado la manera de salir de su jaula.
En los Nets, un elenco que estaba acostumbrado a correr de atrás en la tabla y que no frecuentaba los playoffs, se destacó como el gran tirador que era, sumándole su gran capacidad para atacar el aro pese a su 1,96 metros de estatura. En 43 juegos tuvo un rol protagónico en el equipo y promedió 12.6 puntos en 20.5 minutos dentro del campo de juego, números que se adaptaban a su calidad, no como los que había obtenido en Portland.
En la siguiente temporada, «Petro» tenía que demostrar que lo realizado algunos meses antes no había sido casualidad y eso hizo. Junto a Derrick Coleman y Kenny Anderson llevaron a los Nets de Chuck Daly a un récord de 40 triunfos y 42 derrotas, quedando sextos en la tabla de posiciones de la conferencia Este y alcanzando así sus primeros playoffs tras seis años ausentes en la postemporada.
Las actuaciones del oriundo de Sibenik eran espectaculares y juego tras juego demostraba que merecía la consideración entre los jugadores top de la liga. Disputó los 82 encuentros de la temporada regular, todos como titular, y alcanzó medias de 20.6 puntos con 44.4% de efectividad en triples en 37 minutos. Sin embargo, el equipo cayó en primera ronda de los playoffs por 3 a 1 a manos de los Cleveland Cavaliers.
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Tras llevar a su país a las finales de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, donde perdieron con el Dream Team, Petrovic volvió a mejorar su rendimiento en la temporada siguiente con los Nets. Pese a que disputó menos partidos, 70 en total con 67 titularidades, alcanzó promedios de 22,3 puntos, 3,5 asistencias, con unos estupendos 44.9% en triples y 52,9% en tiros de campo, todo eso en 38 minutos.
Son números meritorios para ser llamado al All-Star Game, pero increiblemente eso no sucedió y fue algo que molestó mucho al jugador, que era considerado por varios como el mejor tirador de la liga. Una vez más puso a los Nets en los playoffs, pero nuevamente los Cavs arruinaron los planes tras vencerlos, esta vez, por 3 a 2.
Pese a que no fue convocado al juego de las estrellas, Drazen pudo escribir su nombre para la posterioridad cuando la NBA lo eligió para formar parte del tercer mejor equipo de la temporada, algo que ningún jugador europeo había logrado antes. Su estancia en la NBA era un dilema, ya que varios medios locales aseguraban que los Nets querían renovar su contrato con un salario similar al de la estrella de la NBA de esos años, Michael Jordan, mientras que del otro lado del planeta esperaban su regreso, con chances de jugar en el Panathinaikos de Grecia.
Lamentablemente, un día como hoy pero de 1993 el «Mozart del básquet» perdió su vida a los 28 años en un accidente automovilístico en Alemania. Tras disputar algunos juegos previos al Eurobasket que se iba a disputar ese año en Munich, Petrovic decidió no tomar el vuelo que lo llevaría desde Frankfurt hasta Zagreb junto con el resto del equipo. En cambio, prefirió hacerlo en auto junto con su pareja, Klara Szalantzy, y una amiga, Hilal Edebal.
La lluvia hizo que el camino sea inestable y, unos segundos antes, un camión perdió el control cuando esquivó a otro auto que se había salido del camino, causando que quede cruzado en el medio de la ruta. Desafortunadamente, la joven no pudo frenar a tiempo ya que la visibilidad no era buena y, pese al esfuerzo por evitarlo, embistió de frente al vehículo.
En el momento del accidente, Petrovic estaba durmiendo en el asiento del acompañante y el impacto fue de ese costado del auto, causándole la muerte al instante al jugador croata. Por suerte, las dos jóvenes sobrevivieron al accidente, aunque tuvieron heridas de gravedad, sobre todo Edebal, quien sufrió la fractura de uno de sus brazos y la cadera derecha.
A la mañana siguiente de su muerte, algunos de sus compañeros del seleccionado croata se reunieron en el café «Amadeus», que era propiedad de Petrovic, para acompañar a la familia en ese momento. Su hermano Aleksandar, que ya era asistente del entrenador del seleccionado, también estuvo presente junto con sus ex colegas.
Willis Reed, quien por ese entonces era el General Manager de los Nets, y Chuck Daly, el entrenador, dieron una conferencia de prensa por lo sucedido con quien había sido parte del equipo hasta esa temporada. Ambos se mostraron muy emocionados y con dificultades para hablar. Y no era para menos, uno de los más queridos del equipo y su figura dentro de la cancha había perdido la vida.
El 3 de noviembre de 1993, los Nets decidieron homenajearlo de la mejor manera que se puede hacer en la NBA, como lo es retirar el dorsal que portó el jugador. El equipo de New Jersey colgó para siempre el número 3, utilizado por Petrovic durante dos temporadas y media. Quizás pueda parecer un período de tiempo corto, pero fue el suficiente para demostrar que «el genio de Sibenik» también podía brillar ante los mejores en Estados Unidos y, de paso, ser el encargado de abrir las puertas para que los jugadores europeos también pudieran jugar en la NBA.
Nota: Emiliano Iriondo / Twitter: @emi_iriondo