Para hablar de Michael Jordan como líder, es importante pensar a la persona detrás del deportista y el contexto en el que se desarrolló su carrera deportiva. Se puede vislumbrar, tanto en la serie como en su periplo deportivo, que el protagonista tenía una personalidad con un nivel de competitividad absoluta. Ahora bien, ¿eso que se observa, no concuerda con lo esperado en ese contexto, donde lo que se espera es ganar? ¿Si no hubiera ganado anillos sería considerado como lo es o sería masacrado por no haber ganado nada? ¿Se podían tener distintas maneras de liderar y ganar al mismo tiempo? Se comenzará por diversos contextos, para profundizar en lo vincular y en lo deportivo.
El contexto de competencia
Para pensar en el liderazgo conviene pensarlo en un contexto, en un momento, en una organización y en un grupo determinado. En el mundo del deporte de élite, domina la omnipotencia, la voluntad de poder y la competitividad como valor supremo. Y si a esos valores dominantes, los ubicamos en la NBA y en el país donde el éxito es lo que se compra y vende, todo se exacerba. Además, si el foco se posa sobre la liga y la organización que lo recibió, los niveles de competitividad de una y de rendimiento de otra eran muy dispares.
La NBA de la segunda mitad de los ‘80 y la primera mitad de los ‘90 se encuentra bajo el dominio de tres grandes equipos: Boston Celtics, Los Ángeles Lakers y Detroit Pistons quienes, con distintas maneras de jugar, marcaron una época con duelos memorables y un nivel de rivalidad y competitividad altísimos. A ese mundo ingresa Michael Jordan, en una franquicia absolutamente marginal en esa época y con escasos logros deportivos en su historia.
El contexto organizacional
Los Bulls ingresan como franquicia en la NBA en 1966, desde el mismo y hasta finales de los 80, solo habían llegado a una final de conferencia liderados por Jerry Sloan. Por lo tanto, se puede afirmar que para la organización la incorporación de Jordan fue un hecho decisivo para su historia. Y podría decirse que la personalidad del jugador excedió, tanto las expectativas organizacionales, como la capacidad de la misma para contenerlo, ya que cinco años después, con una reestructuración del plantel, el ingreso de jugadores claves y la incorporación de Phil Jackson, las condiciones organizacionales estuvieron dadas para contener, acompañar y llevarlo al máximo de su rendimiento.
El contexto vincular
Para analizar dar un paso más en el análisis, es importante considerar la diferencia entre grupo y equipo, ya que en esta distinción también hay puntualizaciones que corresponde hacer. Un grupo es un conjunto de personas que comparten tiempos, momentos y lugares debido a características, intereses, gustos y deseos en común. Por lo tanto, un grupo se conforma a través de elementos subjetivos comunes. En cambio, un equipo es un agrupamiento de personas que trabajan o juegan en pos de conseguir un objetivo determinado. De este modo, es el objetivo lo que configura y ordena al equipo, y en cambio, es la afinidad subjetiva lo determinante para un grupo.
Yendo al caso de los Bulls, puede decirse que coexisten dos liderazgos; uno de equipo, el de Jordan y otro de grupo, el de Jackson. El primero se concentra en liderar deportivamente en pos de lograr el campeonato, mientras que el segundo sostiene el orden vincular del grupo para que el equipo pueda rendir lo mejor posible. Se observa una sinergia vincular grupal en pos de sostener el mejor rendimiento del equipo. El liderazgo humano, vincular y deportivo del entrenador, es clave para mantener la cohesión grupal en pos de un objetivo común que los trasciende. Esto se debe a que logró una implicación tal de las individualidades en lo grupal, que toda decisión se tomaba en orden al objetivo deportivo. Por lo tanto, si el líder es capaz de someter su ego, sus reglas y sus modos en orden a conseguir el objetivo, seguramente las individualidades lo harán.
Con un grupo ordenado en pos del objetivo deportivo, se configura el equipo. Es decir, se arma un roster de temporada, los cinco iniciales, ciertos recambios y jugadores de rol. Y lo propio del equipo es resolver el partido, la temporada regular y los playoffs, es decir, jugar bien y obtener resultados positivos. Por lo tanto, teniendo al grupo cohesionado, se trataba de ceder espacio para el líder del equipo, Michael Jordan.
¿Cómo era el liderazgo de Jordan? En primer lugar, era un liderazgo estrictamente de equipo, es decir, lideraba en todo aquello que refiere al juego. Y el modo era a lo Jordan, es decir, como se dice en psicología de tipo reptiliano: competitivo, voraz, depredador e instintivo. Su personalidad parece ser ésta; se lo ve compitiendo hasta con los empleados, motivándose con cuestiones nimias, yendo siempre un poco más allá y no admitiendo perder; no por el hecho de lo que estaba en juego, sino por el perder mismo. En cancha y en la serie, se puede ver a alguien que no admitía mansamente perder y que hacía de cada contrariedad un desafío. Por lo tanto, no se trataba de ganar o perder algo, (torneo o partido) sino que alguien perdía y ese no podía ser él. Esta aversión a la derrota era aquello que despertaba lo mejor de sí, y como había entendido que no podía solo, se exigía y exigía más allá de los propios límites. El mensaje era claro, “jamás serás ni jugarás como yo, pero tienes que intentar darme en intensidad lo mismo que yo, de lo contrario no te quiero conmigo”. Se trataba de él y no del grupo, y lo que él quería era un equipo digno de él; y para eso lideraba desde la exigencia. ¿Es el mejor modo de liderar? ¿Hay otras maneras? ¿Cómo aguantaban los compañeros?
En primer lugar, hay que destacar que en ese tiempo la psicología deportiva estaba en vías de desarrollo en su estudio respecto a cuestiones de grupos y liderazgo. Se enfocaba más bien en mejorar el rendimiento individual de los deportistas. Por lo tanto, las herramientas con las que contaba Jordan no eran las que la ciencia brinda en la actualidad, sino al contrario, los elementos a disposición apuntaban a la mejora personal.
En segundo lugar, un jugador/franquicia, en los contextos mencionados anteriormente, tenía como misión transformarla en ganadora. La misión personal de Jordan y lo que se imponía en el mundo cultural y deportivo del momento, confluían en un punto unívoco: GANAR. Se trataba de un ámbito en donde el éxito y la voluntad omnipotente de poder imperan, las cuales coincidían perfectamente con la voracidad competitiva de ‘Su Majestad’, el cual era el encargado absoluto de “tirar del carro”. Además, considerando que la franquicia también le pedía victorias y carecía de una organización que lo cuidara o le marcara el rumbo, sino que iba poniéndose a su disposición. Todo estaba servido para un liderazgo agresivo, voraz y de tipo reptiliano; solo tenía que dar rienda suelta a su carácter.
En tercer lugar, sin un contexto que le ayude, sin mentores ni líderes que marcasen un camino y con frustraciones a cuestas, la llegada de Phil Jackson lo ordenó. Y lo enfocó en lo deportivo: ser líder de un equipo era lo que necesitaba para ganar. Lo primero era darse cuenta que necesitaba de laderos, compañeros y jugadores de rol confiables, pero ese Jordan no dejó de ser él, sino fue él canalizado. Toda su voracidad competitiva se puso en el equipo, en sacar lo mejor de sus compañeros con las armas humanas, psicológicas y deportivas que poseía, la auto/hetero exigencia, la demanda excesiva de intensidad, el desafío constante y el muy común para al época uso del desprecio como motivación. Ese fue el estilo de liderazgo de Jordan, pedir todo y nada más de lo que él ofrecía para ganar y el que no podía darlo, no era digno de él. Sostenido con un nivel de coherencia deportiva absoluta y entregando hasta la última gota de energía en pos de conseguir el objetivo: GANAR.
En la actualidad, las ciencias humanas se han desarrollado, proponen y muestran los beneficios de otros modos de liderazgos, más éticos, más cuidados, ligados a valores y mejores en comunicación. Tendientes más a la inspiración que a la exigencia a la hora de trabajar la motivación. Por lo tanto, juzgar el ayer con los elementos de hoy parece un anacronismo y quizás una injusticia. También cabe destacar que hay otros valores que Jordan tuvo, y hoy se siguen ponderando del mismo modo: la capacidad de influencia sobre el juego y sus compañeros, la coherencia en los hechos, la sinceridad, la entrega incondicional por el equipo y el ejemplo a la hora de entrenar y jugar. La capacidad de liderar, de influenciar sobre sus compañeros fue tan grande, que muchos de ellos no pudieron repetir sus rendimientos cuando él no estaba con ellos.
Jordan no quería liderar un grupo; para eso estaba el entrenador. Solo quería llevar al equipo a ganar y lo logró gracias a su capacidad de influencia. Con modos quizás criticables, pero sin pedir nada que no había hecho antes ni hacer algo fuera de lo permitido.
Nota: Gustavo Mena – Lic. en Psicología y Filosofía